Chapter 38: A nuestra manera
Chapter 38: A nuestra manera
[Isabel]
—¿Siempre fuiste así? — Le pregunto a Quentin mientras yacemos recostados en la cama envueltos Ccontent © exclusive by Nô/vel(D)ra/ma.Org.
en las sábanas.
—Así ¿cómo?
—De... ¿intenso? — Pregunto un poco sonrojada.
—Me gusta el sexo ¿ a ti no? — Pregunta como si nada y sólo me cubro más con la sábana.
Al parecer Quentin está cumpliendo su palabra y el hombre tímido, malhumorado y con ojos de tristeza
ha desaparecido. Él se mete debajo de las sábanas y ve mi rostro.
—No era tan así, tú me haces así, me provocas que lo sea y mi me preguntas no sé por qué.
—¿Me estás diciendo que por mi culpa ahora eres así?
—No, ya era así, después ya no lo fui y ahora regresé, porque tú me provocas tantas cosas que es
imposible describir.
Él se acerca a mis labios para besarme de nuevo empujando un poco su cuerpo para casi quedar
encima de mí.
—Me gustan tus labios, tus pechos, tu vientre.— Quentin, mientras recita todo eso bajando por los
lugares que menciona hasta que llega a mi intimidad.
—¿Quentin? — Pregunto en un murmuro.
Él besa mis muslos y luego roza levemente mi intimidad haciendo que yo me estremezca.— Y me
gusta cómo sabes Isabel ¿crees que pueda probarte?
—Pero... no se supone que iríamos al café.
—Sí, pero un aperitivo no hace daño ¿o sí?
De nuevo la conversación se acaba y da paso al movimiento de su lengua y sus labios sobre mi
intimidad haciendo que comience a perder el control. Jamás en mi vida me imaginé que este hombre
que parecía perdido, ahora era quien jugaba conmigo en esta enorme habitación después de haberme
hecho el amor.
Comienzo a mover mis labios, a acariciar mi cabello, tenso mis piernas y para empezar a crear este
ambiente de placer que sé pronto me dará esa ola que recorrerá mi cuerpo y me hará gemir por
completo. Mi respiración comienza a agitarse, mis cuerpo a arquearse y de pronto, pega como ola de
mar sobre mi cuerpo cimbrándolo por completo.
Respiro agitada y vuelve a subir a mis labios para besarme.— Pruébate.— Me pide y yo lo
beso.Definitivamente este hombre está lleno de muchas sorpresas que siento jamas terminaré de
conocer.
Nos quedamos un momento así, besándonos, disfrutándonos, viéndonos a los ojos sin decir nada
hasta que él interrumpe.
—¿Quién te rompió el corazón Isabel? — Pregunta.
—No creo que sea momento después de lo que pasó para hablar esto ¿o sí?— Evado.
—Creo que es el momento perfecto. La cama siempre es un buen momento para hablar ya que ambos
estamos vulnerables, abiertos a cualquier cosa y nadie nos puede molestar o interrumpir.
—Es una historia larga.
—Tengo todo el día y tú también. Además tu ropa aún no llega porque no la han recogido de la
tintorería así que... Soy todo oídos.
Me quedo un momento en silencio observando sus hermosos ojos y suspiro.— Ok, pero no quiero que
me digas nada hasta el final ¿está bien?
—Esta bien.— Contesto un poco nerviosa.
Quentin se recarga sobre mi vientre y me ve atento, por uno momento me pierdo en su perfecto rostro
y esa barba que me encanta, pero de nuevo, me enfoco en lo que contaré.
—Hace tiempo atrás me enamoré perdidamente de un hombre, uno que pensé el destino me había
puesto porque me lo encontré en uno de estos eventos de comida y cuando nos vimos di por hecho
que había sido magia. Inmediatamente me invitó a salir y yo sin reparos le dije que sí. Recuerdo que
salimos al día siguiente fue una cita sencilla pero emblemática. Compartimos sueños y pensamientos
sobre lo que queríamos hacer y todo empezó a darse perfecto, bastante perfecto. En esa época yo
tenía el sueño de abrir un restaurante e incluso fusionaba estilos y recetas y él las probaba y le
encantaban, me decía "Isabel serás un éxito" y yo le creía. Un día llegó y me dijo que mis rectas eran
demasiado buenas para que las tuviera así, sin proteger y me sugirió que las patentara, yo no sabía
cómo hacerlo y él me dijo que lo haría, así que se las di, todas y cada una de ellas, él se marchó.
Puedo sentir cómo la mirada de Quentin cambia de inmediato y levanta un poco su cabeza para
acomodarse a mi lado recargado sobre uno de sus brazos.
—Jamás regresó. Le marqué hasta el cansancio, le hablé mil veces a su móvil y nunca me contestó,
no sólo se había ido con mis recetas, sino que se fue sin darme explicaciones, sin ni siquiera terminar
nuestra relación una que pensé era perfecta. Recuerdo pasar millones de noches sin dormir pensando
¿qué había hecho para merecer esto? pero sin encontrar respuesta, decidí dejarlo y tratar de
enmendar mi corazón. Tiempo después vi un programa en televisión donde calificaban a este nuevo
restaurante como el mejor que había en la ciudad, uno llamado "La Croix" así que decidí ir a ver. Mi
sorpresa más grande fue cuando me encontré en la carta todas mis recetas, cada una de ellas
perfectamente bien descritas como yo lo había hecho. El cabrón tomó mis rectas, las puso a su
nombre y después abrió un restaurante dejándome a mí en la obscuridad.
Quentin pone cara de seriedad y sé que en este momento siente empatía por mi, por lo que le estoy
contando. Me acaricia el rostro—¡Ay Isa! — Murmura.
—La Croix es mi sueño hecho realidad a través de los ojos de otro, pero no me duele eso, lo que me
duele más es que por todo ese tiempo yo pensé que me amaba, que estaba conmigo por mí, pero tal
vez sólo me vio tan idiota y eso ya lo tenía pensando. Me enamoró, me dijo que era todo para él y al
final, se fue con mi único sueño vivo después de la muerte de mi hermana.— Explicó con un poco de
lágrimas cayendo mis mejillas.
Quentin toma un pañuelo de tela y me limpia el rostro para luego abrazarme y consolarme.— Te
traicionaron y eso duele mucho.
—Me dolía, ahora ya no tanto, creo que aprendía a transformarlo en rabia. En fin, hace unas semanas
atrás me lo encontré en la calle de pura causalidad, me mintió diciendo que había tenido problemas y
que no tenía más ese número y me dio otro, me dijo que nos veríamos en La Croix para platicar y
llegar a un acuerdo y ahora estoy recostada en estas hermosas sábanas negras de lana.— Concluyo y
Quentin sonríe. — No es que me queje, lo juro, pero, esa persona me volvió a engañar.
—¿Cómo se llama? — Preguntó de inmediato.
—¿Para qué quieres saber?
—Para ver qué puedo hacer, Isa, ese restaurante básicamente es tuyo, o al menos las
recetas...pondré a mis mejores abogados y las recuperaré.
—Quentin, no puedo hacer nada al respecto, él tiene las recetas originales, todo lo que hice se lo di,
no se me ocurrió hacer copias. Fui una tonta.
—No, simplemente confiaste en alguien que dijo que te amaba y luego te traicionó. No eres tonta, tu
no podrías saber que él te haría eso, cuando uno está enamorado confía plenamente en la otra
persona, es como yo con Nadine, confié en ella y luego, mira lo que pasó.
Toco el rostro de Quentin y lo acaricio. No cabe duda que el cambio de actitud lo hace ver más seguro,
fuerte, gallardo y decidido, ahora sí le creo que sea dueño de una gran empresa. Él me besa sobre los
labios provocando que yo cierre los ojos disfrutando el momento. No cabe duda que Quentin me ha
dado los besos más rico de mi vida.
—¿En serio no quieres que haga nada? — Me pregunta.
—No, ya me desgasté mucho tiempo y gasté dinero, no creo que valga la pena que tú lo hagas
también. Ese sueño ya pasó y ahora tengo otro.
—Así me gusta, siempre viendo al futuro... tener visión.— Me contesta entre sonrisas.— Pero quiero
que sepas Isabel que yo te quiero y que ahora estoy aquí para ayudarte, para protegerte... aunque tú
digas que no lo necesitas.
—Yo no dije que no lo necesito.— Protesto.— Yo dije que no todo el tiempo.
Él sonríe.— Eres una increíble mujer Isabel, eres más de lo que yo pude haber imaginado.
—Y tú eres alguien que jamás imaginé que se enamoraría de mí, siento que en cualquier momento
despertaré del sueño o algo pasará que poniéndome en mi lugar. No quiero ponerme en el papel de
cenicienta pero ayer con el vestido, las zapatillas... me sentí como una.
—No, tú no eres Cenicienta, eres una mujer fuerte, valerosa y hermosa que al igual que yo ha pasado
por mucho y se merece que la traten de lo mejor, nos merecemos un amor bonito, uno que nos haga
suspirar a los dos, nos merecemos todo y un poquito más.
—¿Cómo qué?
—Como ese vestido y esas zapatillas que te compré. — Y me sonrojo. — No creo que te molesta tanto
que de vez en cuando te quiera dar algo así ¿no crees?
Tomo su rostro y lo acaricio.— No es que sea mal educada, ni engreída, me gustan los regalos que me
diste, pero, mi estilo de vida no va con ellos. Si puedo pedirte algo.
—Lo que sea.— Me contesta sonriente.
Sonrío por su pronta respuesta.—Si puedo pedirte algo es que me regales cosas que creas que en
algún punto necesitaré, no sé como un mandil o un gorro.— Bromeo
—O tal vez ¿Un estilo de vida que vaya con lo que te regalo?
—Quentin.
—Sólo juego con la idea. Mira Isabel, pongámonos de acuerdo ¿Vale?
—Ok.
—Yo te doy lo que te quiera dar, no importa lo que sea y tú me darás lo que me quieras dar, pero solo
no dejes de quererme ¿si?
Sus últimas palabras me enternecen, así que tomo su rostro con ambas manos y le doy un beso sobre
los labios disfrutándolos por completo, él echa su cuerpo un poco hacia delante haciendo que vuelva a
caer sobre la cama.
—Aunque yo quiera, jamás podría dejar de quererte Quentin. Me haz llegado al corazón e invadido mi
mente y con tus manos han dejado huella sobre mi piel, así que me será muy difícil hacerlo, sólo te
pido una cosa.
—Dime.
—No me ropas el corazón, si en algún momento ya no quieres que esté contigo, dímelo, pero no te
vayas sin decir nada, no me eches a las sobras ¿Si?
Él acaricia mi cabello.— Jamás lo haría.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo.— Responde y le da un beso sobre la frente.— Pero antes de hacer esto, necesito
saber un cosa.
—¿Qué cosa?
Quentin vuelve a besarme y me mira a los ojos— Tal vez esto es muy anticuado y no se use, pero no
sé otra manera de hacerlo así que me perdona si te avergüenzo.
—Cálmate abuelo del 1800— Le bromeo y él se ríe.— Dime.
—¿Quieres ser mi novia? — Me pregunta y yo abro los ojos sorprendida, no sé si por la pregunta, si
porque creo que esto va muy rápido o porque mi corazón grita un "Sí" silencioso y no sé porqué.
Él se me queda viendo expectante de lo que le responderé y mientras veo sus hermosos ojos sinceros
sé que Quentin me está preguntando esto con el corazón y no sólo porque se deja llevar por el
momento.
—Sí Quentin, me encantaría ser tu novia.— Respondo.
—Aunque sea un abuelo del 1800
—Aunque seas un abuelo del 1800, soy fan de lo anticuado.— Murmuro y él sonríe.
—Te quiero Isabel, te quiero más de lo que te puedes imaginar.— Responde en tono bajito para
después volverse a prender de mis labios.— Prometo que esta vez, haré las cosas bien.— me dice
entre besos.
Yo me separo de ellos y lo veo al rostro.— No, lo haremos a nuestra manera, nos querremos a nuestra
manera y será sublime.— finalizo y él me sonríe.